martes, 28 de enero de 2014

Escucha



Otra de las cualidades que desarrollamos en la práctica de yoga es la escucha.
Escucha en toda la extensión de la palabra, aunque en este caso me refiera como inicio a una escucha atenta a mi cuerpo.
No hay más remedio que estar atentos a las señales que nuestro cuerpo físico nos envía, para saber si vamos en la dirección correcta o en cambio, camino de cualquier daño o lesión. Esa escucha atenta a lo que nos indican nuestras sensaciones físicas es un tipo de atención que nos invita a conectar, a unir nuestros centros de percepción.  Que, dicho sea de paso, es la finalidad y la verdadera cuestión de la práctica de Yoga.
Por un lado está la mente, que a veces nos impulsa a ir más allá de lo que nuestros músculos pueden, en ese momento, soportar. Por otro lado están nuestras emociones, conectadas a esa mente impositiva que se deja llevar por el ritmo o la forma que se origina desde la comparación o la auto exigencia y que pretende satisfacer esa “falsa” necesidad conectada a una patrón quizá ya obsoleto.
Pero por otro lado tenemos al cuerpo. En este caso es el único que me da una referencia libre de condicionamientos si le escucho directamente, con una mente en calma y las emociones también en silencio.
La conexión que hago con este cuerpo que me habla a través de los músculos, en forma de sensación, de molestia, de dolor, de...en definitiva, experiencia directa, es la mejor manera de averiguar lo que realmente está pasando en mi. No se trata de traducir, que es una de las actividades preferidas de nuestra mente. Sino de percibir, de sentir, de observar...lo que está ocurriendo in situ, cuando ejecuto un asana, a ser posible lo más libre de condicionamientos posibles.
Pondré un ejemplo práctico.
Cuando practicamos yoga en el seno de un grupo, no podemos a veces, evitar la tentación de ver cómo ejecuta mi compañero o incluso el profesor ese asana. Y de ahí puede surgir una de las situaciones más comunes. Mi mente quiere ejecutar a la perfección, o lo más cerca posible esa postura, sin tener en cuenta la flexibilidad, la fortaleza o incluso el momento en que se encuentran mis músculos. Mi cuerpo habla, se queja, me avisa…pero yo quiero que mi forma de expresión de ese asana sea lo más cercana posible a lo que estoy viendo en la referencia que he visto fuera. Así que hago caso omiso de los avisos que me llegan de mi interior…a veces ni siquiera los escucho, no soy consciente de las molestias porque estoy  completamente centrada en mi mente y sus mandatos.
En ese momento, me paro, respiro y me siento, y me doy cuenta de que estoy yendo más allá de lo que mi forma física en ese momento me permite, y puedo dañarme. Entonces recupero mi conexión interna, y vuelvo sobre mi movimiento inicial…me empiezo a sentir y a escuchar dónde está mi límite, dónde está el punto razonable desde el que puedo empezar a trabajar, y ahí me quedo…sintiendo, observando, escuchando, y sobre todo RESPIRANDO…pues la respiración sería el hilo conductor a través del que me conecto sutilmente conmigo misma.En cada inhalación "entro" cada vez más profundamente.
Y empiezo una nueva forma de unión de todos mis centros, mi mente serena, mis emociones en armonía y mi cuerpo que habla y me ayuda a conocerme y desarrollarme a través de esa información que me entrega. En definitiva empiezo a sentir la unidad de todos mis centros trabajando en comunión, en armonía.